01 octubre, 2013

Café sin azúcar.

Estaban en un café, admirando el nocturno paisaje de los focos de los automóviles.
—¿Me amarás hasta el fin del tiempo? —preguntó él.
—Eso espero. —respondió ella con una sonrisa a medio rostro.
—Pues tengo algo que confesarte.
La piel de aquella mujer se erizó.
—¿Qué cosa?
—¿Me querrás después de que te lo diga?
—Me estás asustando… ¿qué me quieres decir? —ella insistía.
—¿Me seguirás queriendo?
—¡Ya dime lo que tengas que decir! —gritó alterada.
—Está bien… por las noches me convierto en dragón y salgo a volar cerca de la luna.
Ella se detuvo un momento.
—¿Qué mierda pasa contigo? ¿Acaso juegas conmigo?
Se enojó, tomó sus cosas y se marchó.

Más tarde él, sentado en la luna pensaba que los humanos habían perdido el sentido del humor.

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