Jorge Luis Borges:

"De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria."

Billy Wilder:

"La televisión no ha podido acabar con el cine porque la gente quiere estar allí, quieren ser los primeros, quieren oír las risas de otras personas."

Théophile Gautier:

"Una de las glorias de la civilización sería el haber mejorado la suerte de los animales."

John Lennon:

"Algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora."

Woody Allen:

"El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores."

Menandro de Atenas:

"No es vergonzoso nacer pobre, lo es el llegar a serlo por acciones torpes."

Adolf Hitler:

"Sólo se combate por lo que se ama; solo se ama lo que se estima, y para estimar es necesario al menos conocer."

Gustavo Adolfo Bécquer:

"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada."

Marilyn Monroe:

"Era consciente de que pertenecía al público, pero no por mi físico o por mi belleza, sino porque nunca antes había pertenecido a nadie."

31 marzo, 2013

Beber de tu sangre como mi último brebaje.

Cierro mis ojos solo para visualizarte una vez más en mi mente.
Escucho aquel silencio que inunda esta habitación,
siento el débil latido de mi corazón.

Aún no sé qué estoy haciendo,
aún no sé si todo está bien,
solo se que en algún rincón de mi habitación
todo esto terminará.

Siento el viento pasar por mi cuerpo
impidiendo la luz tocar mi piel.
El sol me quema,
y trato de que la oscuridad
sea quien guíe mis pasos dentro de esta ciénaga.

¿Alguna vez sentiste algo por mi?
Gritaba entre mis adentros.
Deja de fingir, jamás lo hiciste.
Chillaba hacia las frías paredes de madera.

Siento como todo se entrelaza por dentro
puesto que las estrellas no se pueden comparar con nada de esto.

Al agudizar mis sentidos,
puedo escuchar el leve sonido del mar a lo lejos.
¿Dónde estás? ¿dónde estoy? ¿dónde estamos ahora?
Ni aquí, ni allá, ni en ningún otro sitio.

Todo tiene su tiempo, su proceso.
Aquel dolor que ahora existe,
el día de mañana,
sólo será un mal recuerdo.
Algo que viene, y se va,
algo que se siente
aunque la cicatriz quede impregnada en la piel,
porque las marcas nunca se borran,
siempre perduran.

¿Has visto un ángel llorar o reír?
Quizás no has visto nada de eso
porque sigues cegado ante otras cosas.
¿En qué sitio despertarás mañana?
Quizás lejos de aquí…

Aquellos versos que nunca quisiste escuchar
hoy se los llevará el viento.

Un disparo entre pétalos,
un susurro entre sombras,
una caricia perdida.
Un beso…
Ese beso prohibido…

Ángel de la soledad,
debiste matarme cuando pudiste.
Ahora…
Este ángel ha pasado a su segunda transformación.

Un vampiro,
sedienta,
que buscará tu sangre hasta asesinarte.

Adicta a ti,
adicta a tus recuerdos…
Adicta a destruirte.

29 marzo, 2013

Espectro forastero.

Estiró el cuello para ver por encima de la pared de su cubículo: ya estaba anocheciendo. Su jefe había tenido la amabilidad de informarle, minutos antes de su hora de salida, que era necesario corregir y poner en orden la documentación comercial del mes, lo cual significaba que debía aplicarse a ello. Dejó escapar un largo suspiro al mismo tiempo que se reclinaba en su silla. No tenía idea de cuánto tiempo le tomaría terminar y sospechaba que, al paso que iba, bien podría pasar la noche entera revisando facturas y escribiendo informes. Sentía el cuerpo entumecido, así que se puso de pie y estiró los brazos hacia el techo hasta escuchar el chasquido de los huesos de su espalda. Miró a su alrededor detenidamente. Laura sabía que estaba sola en el piso, pero tuvo la impresión que alguien la observaba. De hecho, nunca se había quedado por su cuenta en las oficinas más de una hora y, por tanto, no había notado la quietud del lugar llegaba a ser extrema y agobiante.

A diferencia del trajín administrativo que colmaba los rincones de cada cubículo, la calma aparente le despertaba un nerviosismo voraz. Todos los días —de ocho de la mañana a cuatro de la tarde— el traqueteo de los teclados, el timbre de los teléfonos, el susurro de los papeles y el peculiar rugido de las impresoras y faxes disfrazaban el silencio, y Laura hubiera preferido mil veces escuchar todo eso al mismo tiempo en lugar de ese horrible silencio que le ahogaba.
—Todo está en la mente —se dijo a sí misma en voz baja, teniendo la impresión que alguien la observaba—. Todo está en la mente.
Ni bien terminó de decirlo la segunda vez cuando escuchó un estruendo en el entrepiso. Atravesó las oficinas rápidamente, curiosa por ver qué había sucedido. Estaba casi segura que ella era la única persona en el edificio. Sus pasos hacían eco y con cada uno de ellos parecía que, lo que fuera —aunque también podía ser su imaginación—, clavaba con más insistencia su atención en ella. De nuevo sintió el cuerpo entumecido cuando bajó las escaleras hacia el entrepiso.

Llegando ahí, las puertas del elevador se abrieron, pero ahí no había nada. No había elevador. No se veían siquiera los cables de este. Solamente un espacio negro, aparentemente vacío, inquietante. Se acercó lentamente y, mientras su cuerpo se movía, su fuego interno le advertía que no debía hacerlo.
 —¿Se encuentra bien? ¿Qué pasó? —uno de los guardias había subido tras escuchar el alboroto.
—Sí —respondió sobreponiéndose al sobresalto que le causó el hombre—. No lo sé. Escuché algo y vine a ver. —el rostro del guardia se palideció ligeramente—. Creo que pasó algo con el elevador —dijo apuntando hacia donde se suponía que estuviera.
Él le miró confundido, sin saber qué decir realmente, e hizo lo mismo que ella: apuntó ahí. Laura volvió su mirada, confundida también, y la piel se le puso de gallina al ver la cabina del ascensor en su lugar.
—Señorita —la voz del guardia temblaba—, suba a su piso y no salga de ahí hasta que ya se vaya. Y, haga lo que haga, no mire hacia atrás. En ningún momento, por ningún motivo.
Laura miró fijamente al hombre limitándose a asentir.
—La acompañaré a su cubículo.
Al subir ambos las escaleras, las sombras en las esquinas parecían moverse, ondeándose como si se trataran de un líquido contenido dentro de unos límites invisibles.
—Le recomiendo que se vaya antes de medianoche —fue lo último que dijo el guardia antes de emprender marcha hacia la planta baja.
A Laura le dio la impresión que el hombre caminaba exageradamente rápido, como si contuviera las ganas de echar a correr y se preguntó si no lo habría hecho una vez que ella ya no lo viera.

Suspiró y continuó su trabajo haciendo lo posible por ignorar el efecto del incidente en sus nervios.
—Todo está en la mente —se repitió cuando notaba algo moverse en el pasillo. Se lo repetía las veces que fuera necesario, como si se tratara de un mantra para sosegar la ansiedad que le producía ver movimientos fuera de su rango de visión. A veces cedía al impulso de voltear rápidamente y se sentía aliviada y asustada al no encontrar nada fuera de lo común—. Todo está en la mente, todo está en la mente, todo está en la mente, todo está en la mente.
Respiraba con dificultad, su temor escalaba aceleradamente convirtiéndose en una paranoia alimentada de hechos reales y se alimentaba a sí misma con cada pequeña sombra que se movía en su dirección. «Basta» pensó y se puso de pie tomando su bolso. Laura salió disparada de ahí, superando con creces la manera en la que el guardia lo había hecho. Estando en el entrepiso, contempló la idea de usar el ascensor y este, sin que ella presionara el botón, abrió sus puertas para mostrarle de nuevo esa oscuridad tan espesa y atemorizante. Laura respiró profundamente y se dio la media vuelta para usar mejor las escaleras. Sus pasos, como antes, hacían eco y, conforme descendía escalón por escalón, eran acompañados del eco de otros pasos que no eran los suyos. Un escalofrío que le heló la sangre recorrió su espalda al sentir en su nuca la respiración tibia de alguien. Tragó saliva con dificultad y lentamente giró su cabeza. Al ver lo que estaba ahí detrás de ella, unos fuertes calambres sacudieron sus piernas y subieron lentamente hasta paralizar todo su cuerpo. Laura había volteado. Laura había visto algo. Y lo último que quedó de Laura fue un grito desgarrador.

26 marzo, 2013

Recuerdos, sucesos y secretos.

Sólo una vez en tu vida encuentras a alguien que cambia tu mundo por completo.
Le dices cosas que nunca antes le habías dicho a alguien.
Comparten esperanzas para un futuro,
sueños que nunca se harán realidad,
logros que nunca se cumplieron
y muchas decepciones que la vida les dejó.

Cuando algo grandioso pasa no puedes esperar a contárselo,
sabiendo que esa persona compartirá tu emoción.
No te avergüenzas de llorar juntos cuando sufre,
o reír a su lado cuando hace el ridículo.
Nunca lastimas sus sentimientos, sino que le fortaleces
y le muestras las cosas que le hacen especial.
Nunca hay prisa ni celos,
sólo una tranquila calma cuando están cerca el uno del otro.

Puedes ser tú mismo sin preocuparte por lo que piense,
pues te ama por lo que eres.
Las cosas que para la mayoría de la gente pueden ser insignificantes,
-como una carta, canción o caminata-
se vuelven invaluables tesoros que se mantendrán a salvo en tu corazón.

Los recuerdos de tu infancia regresan
y son tan claros que sientes que eres joven de nuevo.
Los colores se ven más brillantes.
La risa forma a ser parte de la vida cotidiana,
donde antes era poco frecuente o no existía en lo absoluto.
Una llamada telefónica siempre te deja una enorme sonrisa en el rostro.
No necesitan de una conversación continua cuando salen,
se contentan con sólo tenerse cerca.

Cosas que nunca antes te interesaron se vuelven fascinantes,
porque sabes que son importantes para esa persona que es especial en tu vida.
Abres tu corazón sabiendo que hay una oportunidad de que sea dañado,
y en la apertura de tu corazón,
experimentas el amor y la alegría que jamás habías creído posible.
Te hallarás tan vulnerable
y comprenderás que esa es la única forma de sentir el verdadero placer.
Sabes que tienes un amigo verdadero y,
posiblemente, un alma gemela, que se quedará contigo hasta el final.

La vida luce completamente diferente y emocionante.
Tu única esperanza y seguridad es saber que la persona por la que tanto esperaste
es parte de tu vida…

23 marzo, 2013

Sin título, sin interés, sin motivos.

Me río cada vez que recuerdo algún momento gracioso y bonito que pasamos juntos.
Me río al descubrir de qué forma hiciste que cada uno de ellos se convirtieran en una mierda.

13 marzo, 2013

Un pétalo mal tirado.

—¡Ella no es hija mía! —gritaba—. ¡Entiéndelo!
Al escuchar tal palabra fue obvio, me veo en el reflejo del vidrio y me detallo que no tengo ningún parecido a él.
—¡Cállate de una vez por todas! —pataleaba una voz femenina—. ¡Ya, basta! ¡Sí lo es!
Ella no tenía más ojos más que para él, ¿cómo podría engañarlo con alguien más?
—¿Lo es? ¿Segura? —decía aquel hombre mientras pisaba fuertemente el suelo hasta dirigirse al sofá color café. Se detuvo. Volteó la mirada y observó el rostro empapado de su esposa—. Mía... mía... es hija mía, tengo una hermosa y maldita hija.
¿Podrías dejar ya el sarcasmo? No te molestes en perder el tiempo mintiéndote a ti mismo.
—Dímelo. —dijo la mujer enfrentándose a la bestia que tomaba su botella de Whisky.
Enseguida, mi padre me sorprendió con una nueva palabra que no había escuchado nunca...
—Aborto. —adjuntó el hombre—. Debiste de haberla abortado cuando pudiste.
Mi mamá salió corriendo a mi habitación, abrió la puerta de mi cuarto y lloró. Yo la miraba confundida y no entendí la palabra que había pronunciado mi papá pero no quise preguntarle ya que estaba llorando mucho.

Al día siguiente mientras ella hacía el desayuno...
—Mami, ¿qué es el aborto? —le pregunté.
Ella humedeció sus labios con agua y suspiró.
—Es matar a un bebé cuando está en tu estómago. —me dijo.
Pensé por un momento sobre lo que ella había dicho.
—Mamá... —susurré.
Ella siguió revolviendo el jugo con más fuerza. Se sirve.
—Mamá. —repuse.
Ella apretó los labios y mientras dejaba de tomar su batido de fresa, se estalla entre sus manos el pequeño recipiente de vidrio. El cristal rompe su piel y comienzan a sangrar sus manos.
—Dime. —dice con euforia mientras me mira—. ¿No ves que estoy ocupada?
Mamá, ¿para qué vivo?
—Quiero morir. —dije mirándola fijamente a los ojos—. Papá no me quiere, les arruiné la vida.
No solo porque papá lo dice, sino porque si no hubiese nacido tú hubieses terminado tu carrera como modelo. Mi madre sacó un cuchillo del cajón, se acercó a mí y lo puso en mi cuello.
—¿Es eso lo que quieres? —me gritaba.
—Sí. —respondí, y asentí con la cabeza.
La sangre se me empezó a calentar y mis latidos a descontrolarse. Hazlo mamá, vamos.
—Te amo. —aseguró, mientras lloraba encima de mi sutil melena de cabello castaño. Sus manos ensangrentadas manchaban mi cuello de su fluido rojo, era como una tinta permanente que me hacía recordar lo feliz que fui al tener mi primer peluche el mi quinto cumpleaños. Bajé la cabeza y me dejé ir.

—¡BANG!
Un disparo. Su sonido me aturdió a tal punto que dejé de sentir el objeto punzante sobre mi piel. Todavía mantenía mis ojos cerrados, respiraba profundamente. Las manos de mi madre habían desaparecido, ¿qué pasa? ¿abro los ojos? ¿ya no estoy pisando la Tierra? ¿ahora sí tendré alas y podré volar por la ciudad de noche? Unos brazos gruesos rodearon mi cuerpo y me cargaron. Abrí repentinamente los ojos, tenía frente a mí a mi padre y a sus las lágrimas que corrían por mis mejillas.

10 marzo, 2013

Puede ir en paz.

Hoy solo es otro día más que le dedicarás a la rutina, otro día para no permitirte pensar. Te has dejado convertir en un ser mecánico; esto para ti solo es otra mañana de agua fría y escuchando el reloj a contra tiempo, de café instantáneo y tráfico pesado.

Como cada mañana desde hace diez años llegarás al edificio de tu trabajo, estacionarás tu ahora viejo y destartalado auto, subirás una larga hilera de escaleras, saludarás a la recepcionista y ocuparás tu cubículo. Teclearás en silencio hasta la hora de comida, hora que claro a sido elegida por ti con el afán de coincidir con la menor cantidad de personas posible. Regresarás a tu puesto donde una loca idea te invade, tal vez tu día sea emocionante y pongas algún sello o tengas que sacar copias. Quizá, solo quizá, camino a casa tu vida cambie. Te das un zape mental.

Mientras te auto-regañas por distraerte, cada vez eres más duro contigo mismo y a la vez te vuelves más insensible. Estas distraído, pero no de la forma en que tu lo crees, como es de costumbre piensas en un error, no te das cuenta de lo que hay a tu alrededor, te rehúsas a ver qué has fracasado, que una mente libre que juraba no levantarse, ahora mismo está remitido en el cuerpo de un engranaje, reducido a un simple objeto con el destino dictado y sellado bajo los burócratas necesarios.

Deja de mirar el suelo, mira al frente y dime cómo has sido capaz de aprender a ignorar, explícame en que momento dejaste de luchar. No te hagas la víctima, acepta tu cobardía y grita cuánto te arrepientes, llora lo infeliz que eres y si aún, después de ello, no deseas luchar una vez más, si estás dispuesto a ser parte de aquellos que vivieron sirviendo al enemigo, en lugar de aquellos que murieron luchando por lo que amaban…puedes hacer el favor de matarte.