31 marzo, 2013

Beber de tu sangre como mi último brebaje.

Cierro mis ojos solo para visualizarte una vez más en mi mente.
Escucho aquel silencio que inunda esta habitación,
siento el débil latido de mi corazón.

Aún no sé qué estoy haciendo,
aún no sé si todo está bien,
solo se que en algún rincón de mi habitación
todo esto terminará.

Siento el viento pasar por mi cuerpo
impidiendo la luz tocar mi piel.
El sol me quema,
y trato de que la oscuridad
sea quien guíe mis pasos dentro de esta ciénaga.

¿Alguna vez sentiste algo por mi?
Gritaba entre mis adentros.
Deja de fingir, jamás lo hiciste.
Chillaba hacia las frías paredes de madera.

Siento como todo se entrelaza por dentro
puesto que las estrellas no se pueden comparar con nada de esto.

Al agudizar mis sentidos,
puedo escuchar el leve sonido del mar a lo lejos.
¿Dónde estás? ¿dónde estoy? ¿dónde estamos ahora?
Ni aquí, ni allá, ni en ningún otro sitio.

Todo tiene su tiempo, su proceso.
Aquel dolor que ahora existe,
el día de mañana,
sólo será un mal recuerdo.
Algo que viene, y se va,
algo que se siente
aunque la cicatriz quede impregnada en la piel,
porque las marcas nunca se borran,
siempre perduran.

¿Has visto un ángel llorar o reír?
Quizás no has visto nada de eso
porque sigues cegado ante otras cosas.
¿En qué sitio despertarás mañana?
Quizás lejos de aquí…

Aquellos versos que nunca quisiste escuchar
hoy se los llevará el viento.

Un disparo entre pétalos,
un susurro entre sombras,
una caricia perdida.
Un beso…
Ese beso prohibido…

Ángel de la soledad,
debiste matarme cuando pudiste.
Ahora…
Este ángel ha pasado a su segunda transformación.

Un vampiro,
sedienta,
que buscará tu sangre hasta asesinarte.

Adicta a ti,
adicta a tus recuerdos…
Adicta a destruirte.

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