Jorge Luis Borges:

"De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria."

Billy Wilder:

"La televisión no ha podido acabar con el cine porque la gente quiere estar allí, quieren ser los primeros, quieren oír las risas de otras personas."

Théophile Gautier:

"Una de las glorias de la civilización sería el haber mejorado la suerte de los animales."

John Lennon:

"Algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora."

Woody Allen:

"El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores."

Menandro de Atenas:

"No es vergonzoso nacer pobre, lo es el llegar a serlo por acciones torpes."

Adolf Hitler:

"Sólo se combate por lo que se ama; solo se ama lo que se estima, y para estimar es necesario al menos conocer."

Gustavo Adolfo Bécquer:

"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada."

Marilyn Monroe:

"Era consciente de que pertenecía al público, pero no por mi físico o por mi belleza, sino porque nunca antes había pertenecido a nadie."

28 octubre, 2012

Buscando escapatoria.

Un escalofrío repentino subió del abdomen a su cuello haciéndole emerger la piel de gallina. Rápidamente puso sus manos en los antebrazos ascendiendo hasta llegar a sus hombros. Su respiración parecía interminable. Giró su cuello y vio su hombro, detalló sus tres lunares en forma de triángulo y bajó nuevamente la mirada al suelo. Despegó sus manos de su cuerpo y las llevó a sus mejillas donde los dedos tocaron la frialdad de las lágrimas que desbordaban sus ojos. Se sentía destruida por las palabras que se había tragado... palabras filosas como trozos vidrios pero no tan mortales como las que venían de él.

Tomó un gran buche de aire para calmar sus latidos pero sus impulsos se volvieron descontrolados. Su alma desapareció entre la oscuridad presente. Sus ojos dejaron de rebosar lágrimas y su cuerpo quedó frío. Una infinitud de minutos en los que cada uno de los pensamientos melancólicos que tenía se esfumaron, cada raciocinio al suicidio se largó... todos los juicios se fueron. Se sintió vacía, tan vacía que olvidó todo y su cuerpo volvió a la normalidad. Entre los ataques de ansiedad prefirió el de estar desierta.

Caminó hasta su balcón donde quedó parada de forma inmóvil. Levantó sus brazos y soltó su gran melena de risos dorados que palpaban su espalda con gran facilidad por la fuerte brisa que hacía. Dio media vuelta y caminó algunos pasos hacia atrás hasta que su coxis tocó la baranda, la tomó con sus manos, flexionó los codos y dio un leve impulso hacia arriba para sentarse en el barandal. Movió sus piernas para voltearse y darle la cara al precipicio. Levantó su rostro e imaginando la presencia del infernal hombre, gritó:
Un inicio de preocupación, de que te importaba, de que querías que siguiera viva, pero, hiciste oídos sordos, te hiciste a un lado y no me escuchaste. —hizo una pausa mientras las lágrimas brotaban de sus verdes ojos —. Te aclaré una y mil veces que me estaba muriendo, que necesitaba salvarme, que contaba contigo para hacerlo, que sin ti me moría, que eras lo único que me quedaba y a la final te sentiste presionado y me dejaste. —enseguida, su corazón se detuvo y una de sus manos fue directo a su pecho agarrándolo con furia como si fuese la cura para que volviese a latir. Instantáneamente su cuerpo perdió funcionalidad, se volvió apático y frígido... no tenía control de nada. Ella ya no estaba en ese cuerpo. Su torso se inclinó hacia delante dejándose caer unos ochenta metros y estrellándose contra el gélido asfalto. Había muerto. Había dado paso a un flemático mundo.



Un ruido vigoroso impulsó mi cuerpo a despertarme. "RING RING". Mi teléfono sonó. Estiré mi brazo y tomé el móvil mientras bostezaba, acababa de levantarme. Descuelgo.
—¿Alex? —dice una voz femenina al otro extremo.
—Si. —bostecé nuevamente —. ¿Quién es? —pregunté mientras me tumbaba en mi cama.
—Es Johanna —dijo con voz titubeante y agitada, enseguida comenzó a llorar.
—¡¿Qué ha pasado?! —cuestioné totalmente alterado al escucharla sollozar.
—Es que... —se detuvo —. Anne murió ayer. —enseguida, mi corazón estalló en mil trozos al escuchar tan impactante noticia —. ¿Estás ahí? ¿Alex? ¿Alexander? ¡Contéstame por favor! —insistía.
—Lo siento, debo de colgar. —respondí con una pesadumbre inmediata.
Me sentí quebrantado ante ese llamado. Mi puerta abre de un gran impulso, era mi madre que cargaba consigo la prensa de hoy.
—¿Viste esto? —expuso de manera agitada. Arrugué mi cara dando un gesto de interrogante y tomé el diario.

"Suicida cae por problemas aborrecibles"
(...)A las 11.29pm —según aclara el CICPC —. se ha encontrado sin vida el cuerpo de Anne D'Alessio quien ha caído de forma misteriosa sin interrogante alguna desde el balcón de su apartamento. Vecinos exponen que la escucharon gritar sin razón alguna antes de caer, luego escucharon un silencio abrumador y enseguida el choque de su cuerpo contra el suelo(...) Autoridades encontraron una presunta carta de suicidio que exponía: "¿Tengo que sentirme culpable de mi muerte? ¿O hay más de un culpable? Quiero decirte algo: podrías haberme salvado"—de inmediato cerré la prensa y comencé a llorar.

06 octubre, 2012

Demencia por ti.

Aquí me encuentro, tendiendo mi cuerpo desnudo sobre la fría cama como aquel óleo trazado por primera vez en un lienzo. Cierro los ojos para entrar al portal de mi mente, subir paso a paso todo pensamiento que se atraviese y contemplarlo para responder mis propias preguntas. Inhalo profundamente el aire para contener los latidos que van de forma violenta bombeando sangre a mi organismo... luego, exhalo.

Estoy en un lugar oscuro, sentada de piernas cruzadas sobre una silla de cuero rojo. Una silueta se acerca a mi... no logro detallarla con nitidez, pero, a medida que venía, más se aclaraba.

Lo primero que observé fue una piel morena que pareciera bailar un tango de lo ingenuo con que se movía. Estando cerca mío extendí mi mano. Palpé un cabello liso como la superficie de una madera recién pulida y más negro que todos los pecados.
—Desconozco de ti. —murmuré mientras mi mano regresa a su posición, mi pierna.
Bajé la mirada y enseguida sentí el roce de unas cálidas manos que apoyadas de mi barbilla subieron mi rostro. Detallé esas cejas que hacían función de prisión ante sus gestos; notaba una emoción de euforia... quizás estaba equivocada. Me topé con sus ojos, un par de prismas negros como gatos corriendo por los tejados. Largas pestañas como un tobogán de locuras. Seguí deslizando mi mirada por su rostro. Me detuve en su nariz, donde cobraba por cada aroma que deleitaba. Ahora siento en mi interior un fuego duplicado cuando vi sus labios los cuales al imaginar su lengua acabé con todas mis pesadillas de manera instantánea.

Soltó un suspiro y luego volteó. Me perdí en el callejón sin salida de su nuca y en aquel cuello que parecía una rama para colgarse. Su espalda me tentaba... era como si fuese mi patria, obligándome a ser palpada. Se quedó un rato mirando al vacío.
—Tu olvido fue un descuido de mi pasión. —dije con voz sutil.
Al parecer no me había escuchado. De seguro su mente se había transformado en un crucigrama sin solución. Miré sus manos como una perdición... en seguida las apretó y sentí como si sus uñas acribillaran mi corazón, aferrándose cada vez más a lo imposible. Giró su torso dándome una vista de su pecho con el que me sentí dueña por unos instantes. Su ombligo andaba buscando donde ocultarse mientras mi respiración aumentaba de ritmo.

Me levanté y caminé hacia el. Por cada paso que daba, la oscuridad se alejaba. Y, ahí quedé yo... congelada por mi sorpresa de notar que eras tu el que se escondía en este manto deseoso. Estaba a pocos centímetros de tocarte cuando te acercaste y mi boca se volvió un milagro de la humedad al toparse con la tuya. Fue como si muriera el verano por transformarse en primavera. Sentí en mi vientre un desanudo, y, en ese instante, sus manos rodearon mi cintura como una cordillera donde saliera el Sol más temprano.

Una lágrima rodó por mi mejilla cuando desperté de golpe. Mi almohada se inventó otro sueño para que siguiera durmiendo pero de nada sirvió. Por fin, esas serpientes de cascabel se habían transformado en flores de alquitrán por estar efímeros minutos contigo.
—¿Por qué? ¿Por qué? —gritaba una y otra vez hasta sentir un furor que me hizo romper a llantos.