18 septiembre, 2012

Crucifijo de pasión.

11:35am lo que señala aquel reloj colgado en una pared de pintura clara. Acabo de salir de la comisaría y siguen presionándome sobre el asesinato de una niña. Tienen mi casa en vigilancia las 24 horas del día y hostigan a mi única ex pareja para que ella delate mi mente psicópata aunque ella no sepa nada. Al salir de ese extraño lugar me sentí aliviado de no seguir percibiendo aquellas miradas eufóricas. Mi automóvil se encuentra dañado hace semanas y para dirigirme a mi casa tomé un taxi en la calle 98 donde, hace algunos años, dí mi primer beso a la chica con la cual perdí la virginidad.

Mi mal genio se desprende como el gas de un yesquero cuando se quiere usar. Este taxista no conoce bien esta pequeña ciudad. Por unos instantes me ahogaba en rabia al ser casi medio día, y eso que insistía en que debía de llegar lo más pronto posible.
―¡Vaya día, esto no puede empeorar. ―refuté mientras caminaba hacia la puerta.
Miré a ambos lados recordando este vecindario mientras noté que un auto negro y dos hombres dentro observaban todos mis movimientos. Entro a mi casa, enciendo la luz, me quito la chaqueta y mis zapatos. Caminé hacia la sala y me senté en el sofá de cuero negro a observar detalladamente a aquellos señores que vigilaban mi casa. Cambiaban de turno con otros dos jóvenes un poco después de medio día, a las 12:30 apróx. Tardaban alrededor de 10 minutos sin vigilar mi casa… tiempo suficiente para lograr escapar.

La primera pareja esta conformada por un señor el cual aparenta cuarenta años y su compañero, un joven inexperto que debe ser su pupilo… tendría alrededor de veinte años. La segunda es de una joven muy apuesta de treinta años y un muchacho de su misma edad. Las dos parejas conversaban la mayoría del tiempo, sin embargo, nunca quitaban la mirada de la puerta delantera de mi casa. Ya eran las 3:15PM y me levanto a prepararme una taza de té y como todas mis tardes me siento a escribir en ese diario que he preparado para ella, para que me conozca.

La tarde llega rápidamente y no puedo salir a comprar nada puesto que perdí mi empleo hace unas semanas por culpa de la policía. Caía la noche y decidí ir a mi habitación para visualizar la parte de atrás de mi casa cuando me topo con una imagen de mi esperanzada mujer. Tomé un suspiro y sonreí con malicia. Medí las salidas de escape que podía ejecutar por el porche y busqué posibles soluciones en caso de que quisieran perseguirme. Rebusqué entre las camisas de mi armario hasta encontrar una bufanda que había tenido de mi apreciado amor, el único recuerdo vivo. La guardé en mi bolso. Regresé a la sala y tomé el diario y lo resguardé junto a la bufanda dentro de la mochila. Me senté esperando a que llegase el anochecer.

Era hora de cambiar turnos con la siguiente pareja, el señor enciende el automovil y se va. En diez minutos estaría aquí el siguiente grupo. Ahí fue donde cogí impulso y salí corriendo por la puerta trasera. Con un salto rápido brinqué la cerca antes de que se dieran cuenta que me había fugado, pero, no contaba con que había una camara que informaba mis movimientos en la casa de la señora Cortez.
―Como odio a esa señora. ―pensaba con gran rencor.

Comenzó la persecución cuando uno de los oficiales me vio a lo lejos. Las sirenas se activaron y corrí con gran prisa por aquella avenida. Crucé por la calle 32 y subí por las escaleras de emergencia de un edificio cercano. Todavía seguían atrás de mi. Me desvié y recorrí la fachada llevándome a un depósito de basura donde salté y caí sobre unas enormes bolsas negras. Atravesé el callejón y las patrullas se habían quedado unas cuadras antes. Maldije todo. Me giré a ver si seguían persiguiéndome pero no noté la presencia de nadie. Seguí calle abajo pasando por la 26 y crucé en la Avenida Cenyda. Me encontraba a dos calles de la casa de esa joven que a pesar de que llevamos un año de separados sigue siendo la dueña de mis pensamientos.

Toqué el timbre. Ella abre la puerta y al verme se le escapa esa sonrisa juguetona de la cual estoy perdidamente enamorado. No pasó un minuto cuando de un impulso comencé a besarla y un leve empujón que causé hacia ella me hizo tener acceso a su casa y cerrar la puerta. Al entrar a su casa (que ya conocía como la palma de mi mano) fui directo a las escaleras para llegar rápidamente a su habitación. Besé su cuello e hizo un impulso hacia mi cuerpo. La tomé de sus piernas para cargarla y sin parar de seguir probando nuestros labios llegamos a ese cuarto con luz tenue. Acosté su ligero cuerpo sobre la cama acolchada mientras desabotonaba su vestido color verde olivo. Me quité la mochila y la puse al lado de su cama, lancé mi chaqueta y mi camisa hacia el suelo. Volví a besarla. Ella desabrochó mi pantalón. Mis impulso me llevaron a quitar delicada pero bruscamente su brasier junto a su cachetero. Era fascinante volver a tener tan perfecto cuerpo junto al mio.

Sus gemidos inundaron la habitación y se apoderaba completamente de mi mente, ella siempre la única mujer de mi vida. Ella no es como las demás, siempre le gustaba estar al mando. Olía a rosas, su perfume y mi aroma favorito. Al pasar el momento y cambiar de posición, ella se encontraba sentada en mis piernas mientras que el amanecer besaba su pálida piel. Sus uñas aferradas cada vez más a mi espalda aruñándola… deleitaba cada ardor que se hacía más profundo. No pude evitar decirle que la amaba, aunque no escuchó, ya lo sabía. Sus gemidos y aquella música que sonaba de la fiesta del joven vecino convirtieron esta noche en algo sensacional. No me cansaba de pasar mi mano por su cintura. Tenía ante mí una silueta perfecta hasta que pensé en la huída de esta noche. Debía ingeniarme algo para salir sin dejar testigos… utilicé el odio.

El odio y rencor que estaba dentro de mi y sin notarlo, tomé el control de la velada. De amor y ternura pasó a pasión y lujuria. Sus gemidos se hicieron más fuertes y mi mente no pudo evitar explotar. Tomé la bufanda que se encontraba al lado de la cama y la puse sobre su preciosa cara, su cuerpo se agitó y luchaba por levantarse pero, no lo logro. Me rasguñó todo el pecho, pero la asfixié. Vi como sus ojos se ponían vidriosos, su respiración acortada y sus latidos que segundos después habían desaparecido. Aprecié su cuerpo desnudo por un largo tiempo, sus senos tan perfecto y su cintura tan esculpida. Seguí usando su cuerpo para calmar mi ira transformada en pasión. Al final, entre el roce del claro amanecer, me levanté de la cama de esa hermosa mujer que aún admiraba, me vestí y le di un beso por última vez y me fui del lugar. 

Antes de bajar el primer escalón, sentí como mi piel se erizaba con tal perplejo escalofrío repentino. Un sentimiento de culpa y a la vez de satisfacción al lograr haberla matado. Bajé rápidamente y revisé la mesa donde ella dejaba sus llaves y ahí estaban… las de su carro. Las tomé, salí de la casa y me monté en el auto, quería partir rápidamente de ese lugar. Ya eran dos personas, la policía tras de mi y ese extraño sentimiento de desliz. Busqué a un viejo amigo que me preparó ya hace un tiempo una nueva identidad.

Partí hacia San Francisco, ya era tarde, llevaba dos horas manejando, tenía dolor de cabeza y cansancio por tan esplendida noche. Incliné mi asiento hacia delante para sentirme más cómodo y miré el retrovisor, veía mi reflejo, mi mirada. Por unos segundos me sentí el ser más frío del mundo… como si mi corazón fuese de piedra. Y, ahí mi sangre comenzó a hervir. Sentía que debía de estar en cadena perpetua por matar a tantas personas y hacerlas sufrir. Apreté el volante con mis manos y presioné los labios. Suspiré. Me desvié por una carretera vieja cerca de la ciudad donde me trasladaba y ahí, un montón de patrullas estaban saliendo para mi antigua ciudad. En la que vi a lo lejos en anuncio que decía «cuidado, curva peligrosa».
―Oye, deberías de bajar la velocidad. ―dijo esa dulce voz. Yo, repentinamente volteé a verla ―. Querido, mira adelante, estás manejando.
―Te extrañaba. ―murmuré.
―Tranquilo, todo estará bien.
―No lo creo amor. ―en este instante comencé a reírme .
Pisaba el acelerador cada vez más a fondo. Sin tocar el volante salgo de la carretera perdiendo el control. Veía una mezcla de ramas de árboles y un trozo de vaya. Era un camino corto. Yo nunca dejé de acelerar hasta que de pronto el auto se inclinó por completo rodando cuesta abajo por un barranco. El vidrio se había estallado por tan directo golpe. No me importaba nada, porque estaba con ella.

Respiraba con un dolor en el pecho cada vez que inhalaba aire. Escuchaba el «tic, toc» de un reloj que por su sonido resultaba algo viejo y en mal estado. Abrí los ojos y lo primero que detallé fueron unas lámparas blancas que colgaban del techo.
―¿Marina? ―dijo una dulce voz. Traté de abrir más mis ojos para poder visualizarla ―. Soy la enfermera. ―hizo una pausa ―. Son las 9 de la mañana y te encuentras en el Hospital Memorial. ―escuchando esas palabras hice mi máximo esfuerzo por hablar aunque casi no podía.
―¿Qué? ―murmuré con el poco aliento que salía de mi. Comencé a ver mis manos y mi cuerpo.
―Al parecer has sido atacada. ―hizo un gesto de tragedia ―. ¿Recuerdas algo de lo sucedido?
―Estaba en la cama con el amor de mi vida cuando sus impulsos me dejaron inconsciente en el suelo, no lo culpo, el siempre a sido muy agresivo. ―de pronto, una pequeña lágrima salió y rodó por mi mejilla.
―¿Puedes recordar cómo era y describirlo?
―Alto, apuesto, barba bien arreglada, siempre con camisa de cuadros. ―suspiré ―. Nariz perfilada, ojos oscuros casi negros, una pequeña cicatriz en la barbilla, cabello bien arreglado pero despeinado, orejas pequeñas, labios delgados y rosados con una hermosa sonrisa macabra.
―Veo que lo recuerda muy bien.
―No podría olvidar a quién vi tan feliz a mi lado.
―Me imagino. ―sonrió ―. Podrás irte a casa en unas horas.

Ya eran las 11am y tomé un taxi ya que él, tan hermoso hombre, robó mi auto. Siempre haciendo lo indebido. Me siento mareada y cansada. Al llegar a mi casa y, por desgracia, tuve que forzar la puerta porque mis llaves estaban en el mismo juego con las del carro. Entré y su presencia aún se siente aunque no este. Subí a mi habitación para darme una ducha caliente para tratar de alejar esos malos recuerdos. Al llegar a mi cuarto noté que todo estaba exactamente igual antes de su llegada, a excepción de mi cama, esas sábanas arrugadas, su mochila al lado de ella y mi bufanda tirada en el suelo. Fue innato derramar una sonrisa de mi cara gratamente así como un niño con su esperado regalo. Tomé la bufanda y recordé ese día en que la dejé en su casa… quería dejarla para que el me recordara y me buscara para entregármela. Me senté en el borde de mi cama y agarré su mochila, me di cuenta que tenía un libro. Parecía un diario. Decidí ojearlo y descubro que lo primero que leí en la primera página era mi nombre. Realmente nunca pensé de que el llegase a escribir para mi por todo el tiempo que estuvimos separados. Su hermosa letra cursiva con muy buena ortografía. Hace ya años que no la leía.

Desvestí mi pálido cuerpo para bañarme… debía de estar lista para lo que leería en un futuro. Al salir de la ducha me vestí y corrí por una taza de café para despertarme. Tomé el libro y comencé a leerlo.
«Todo es tormentoso y hostigante hasta el momento en que me siento a pensar en ella, a revivir nuestros momentos juntos, cuando de amanecer veía su cuerpo desnudo al lado de cama compartiendo cada detalle de nuestras vidas. Como lamento haberla dejado partir de mi lado, cuanto lamento no haber aprovechado al máximo su presencia. Pero no es sólo eso lo que más lamento, lamento sobre todo el hecho de que cuando la tuve, cuando fue mía, no tuve suficientes actos y no tuve suficientes palabras para darle a entender que la amaba más que a mi propia vida. Y ahora, no me queda de otra que nadar entre el mar de las penumbras en donde queda su recuerdo, es lo único que me ha quedado de ella. Dolor… el dolor es lo único que me recuerda que fue real».

Con, Fara Oñate.
@FaraFrnanda

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