11 septiembre, 2012

Susurro de una vieja certidumbre.

Acostada en mi cómoda cama, sintiendo la brisa rozar mis piernas trato de cerrar los ojos para recordar tu encantadora mirada que tanto me gustaba. Sonrío. Subo mi mano hasta mi rostro y toco mis mejillas imaginando que son tus manos y eras tú el que tenía contacto con mi cara. Abro los ojos y me dirijo hacia mi ventana. Subo las persianas y contemplo el cielo como de rutina. Tomo un pedazo de papel y busco mi bolígrafo de tinta azul y ahí escribo mi siguiente nota:

"Veo las nubes de distintos colores... de azules, a grises... de grises a marrón... de marrón a negras. Veo las hojas caer, y noto como los arboles quedar secos, luego vuelven a nacer y repiten el ciclo. Veo los bancos de la plaza recién pintados y luego oxidados. Lo que no pasa con el tiempo es sentarme a esperar con anhelo que un día me puedas acompañar…estando enfrente mío, oyendo tu cándida sonrisa y voz, tus ojos café y tu piel morena. Que estemos juntos creciendo y recorriendo muchos lugares del mundo en donde amanezcamos con una nueva locura de la cual aventurarnos.
Sí, al parecer otra vez te extraño...
pero más te amo."

Suspirando con una sonrisa en mi rostro tomo ese papel y lo doblo hasta que ocupara solo la palma de mi mano. Me levanté y dejé el bolígrafo en mi biblioteca, me tiré en la cama y besé aquel diminuto folio mientras cerraba los ojos para darle paso a una hazaña en la que ambos repetíamos «nos tenemos uno a otro y no hace falta nada porque juntos complementamos cada pedazo de mundo que tenemos en nuestros corazones».

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