07 septiembre, 2012

Lettre de licenciement.

Así es mi vida... rutinariamente comienza con una historia de fantasías en donde te sigo imaginando a mi lado. Mundos nacidos en la mente de grandes cuentacuentos, o quizás en la mía.


Estaba desayunando en la panadería del amigo del primo del vecino de mi padre, el Sr. Boissieu. Sonará algo confuso pero es así, todos estos vínculos me llevaron a descubrir el dueño de aquel acogedor lugar. Salí de ahí con mi café con crema chantilly. Las puertas corredizas se desplegaron dándome un cálido «hasta pronto» donde me dirigía hasta aquel parque cerca de mi apartamento. Miré al cielo y noté la cantidad de pichones que volaban cerca de mí. Alegre caminaba entre aquella avenida donde las personas muy amables me sonreían y me daban los «buenos días».

Llegué al parque y me senté en un banco de madera. Respiré profundo y exhalé lo más lento que pude. Dejé mi café a un lado y saqué una hoja blanca y mi bolígrafo Parker. Crucé mi pierna y comencé a escribir una carta para mi amiga:

"Inés, se que hemos perdido el contacto y, creo que mereces una disculpa de mi parte y aquí la tienes, con mi puño y letra. Supe lo que te pasó la semana pasada, pues, pregunté porque la curiosidad me mataba al ver cada uno de esos tweets que veía en tu cuenta. ¿Cuántas veces te repetiré lo mucho que vales? Querida, no llores. ¡No lo hagas! Y no pienses en hacerlo porque las lágrimas que se te ocurra derramar correrán en tu contra. Todo lo infeliz que puedas llegar a estar, todo, se arregla con palabras, aunque se las lleve el viento y a tu dolor, que está gordo y pesa. Sonríe, porque no merece la pena. Y sé, por experiencia, que lo que te digan no importa, que vas a llorar todo lo que te apetezca. Pues bien, llora, pero el lunes arréglate, entra por esa puerta a las ocho y media de la mañana y dile a todo el mundo que estás bien, acabarás creyéndolo tú también. Así verás que día a día la sonrisa en tu rostro se te hará más ligera y llena de sentimientos. Quisiera quedarme contándote todas las cosas que han pasado en mi vida pero es que hoy solo trabaja medio turno el correo y si no le doy un punto final a esta carta creo que no podrás recibirla. Aquí abajo te dejo mi número de teléfono, me he mudado cerca, en la calle Rue de Meaux a unas pocas cuadras del parque Buttes-Chaumont. ¡Espero pases de visita por aquí! Y bueno, sin más que decirte, te mando un cálido abrazo de esos que necesitamos cuando estamos quisquillosas. Te extraño muchísimo, cuídate mucho y sigue adelante; no hace falta que me lo prometas o que digas mil veces que «no podrás hacerlo», sé que será todo lo contrario. Con cariño, Dáfnee."

Doble la hoja 3 veces, rebusqué entre mis papeles algún sobre en donde pudiera enviarla pero las mismas palabras que le había escrito comenzaban a devolverse en mi contra. Seguir adelante, ser feliz, que no valía la pena llorar... Y todo eso lo sabía. Me lo habían repetido tantas veces y me había convencido de que tenía que creerlo, justo antes de llorar me las repetía como un mantra, con los ojos cerrados y usando toda mi energía. Un suspiro me cortó los labios así como su distancia había cortado en mí los ánimos. Ahora, como todos los días de mi rutina, descubría que las esperanzas eran buenas cuando estabas segura de que si lo deseabas con todas tus fuerzas pasaría, pero habían cosas en el mundo que no tenían sentido, como este caso... Para ser más específica, era como poner tus esperanzas en que algún día John Lennon reviviría, buscaría con quienes formar otra banda como The Beatles y serían igual de exitosos.

Agarré mi café, que ya se sentía tibio en envase en las gélidas yemas de mis dedos, guardé las cosas y me apresuré a llevar la carta. Atravesé el parque con rápidos pasos que me llevaron hasta la oficina de mensaría de la ciudad. El cartero de turno se disponía a colocar los candados de seguridad agachándose en cuclillas frente a la puerta.
—Monsieur, espere un momento. —le dije a penas llegué a su lado.
—Ya cerramos. —espetó con fuerza sin darme el rostro. Bufé, no había terminado de cerrar y me exasperaba la idea de hacer post poner la amistad de Inés por un francés descortés.
—¿Podría..?
—No, mademoiselle. Ya hemos cerrado.
—Es de completa urgencia que.. —Con un movimiento rápido se levantó y me encaró. Su facciones se relajaron de repente, relajó el ceño y las pupilas que centraban unos ojos avellana, se dilataron.
—Permítame. —murmuró con una sonrisa. Entrecerré los ojos mientras escudriñaba su rostro, quizás tenía trastornos de personalidad multiple o era bipolar. Algo impactada, le pasé la carta y él asintió, la guardó en su morral junto con otras miles de cartas que serían repartidas ese día —. Lamento haber sido tan grosero.
—No tiene de qué preocuparse. —contesté, haciendo amago de irme.
—Permítame demostrarle que soy diferente.
—Eso han dicho todos los que me han decepcionado, monsieur.
—En ese caso... Bien pueda permitirme demostrarle que soy igual a todos. —Una sonrisa pasó fugazmente por mis labios. Asentí y lo miré una última vez. Mañana aparecía mi muerte en las noticias.

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