Jorge Luis Borges:

"De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria."

Billy Wilder:

"La televisión no ha podido acabar con el cine porque la gente quiere estar allí, quieren ser los primeros, quieren oír las risas de otras personas."

Théophile Gautier:

"Una de las glorias de la civilización sería el haber mejorado la suerte de los animales."

John Lennon:

"Algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora."

Woody Allen:

"El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores."

Menandro de Atenas:

"No es vergonzoso nacer pobre, lo es el llegar a serlo por acciones torpes."

Adolf Hitler:

"Sólo se combate por lo que se ama; solo se ama lo que se estima, y para estimar es necesario al menos conocer."

Gustavo Adolfo Bécquer:

"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada."

Marilyn Monroe:

"Era consciente de que pertenecía al público, pero no por mi físico o por mi belleza, sino porque nunca antes había pertenecido a nadie."

21 abril, 2013

Somos una ruta por seguir explorando.

«¡Vayámonos, anda!» le dije con tono de súplica y me vio con ese tono café en sus ojos, me hizo pensar en los troncos de los árboles de castaño que me gustan tanto, tanto como me gustan sus ojos. Me vio y me dijo: «Si salimos de abajo de la mesa ¿A dónde más nos vamos a encontrar?» Yo me comencé a reír tanto y tan fuerte que se hizo contagiosa y éramos dos niños debajo de la mesa riéndonos del encuentro. Le respondí: «Vamos a salir de abajo de la mesa, vamos a volver al mundo, a las calles lejanas de las ciudades de nuestro país, volveremos al mercado a comprar verduras frescas mientras los niños nos persiguen con sus carretas construidas de trozos de madera para cargar nuestras bolsas por unos cuantas monedas. Tú irás a tu casa y yo iré a la mía, harás tus cosas, saldrás con tus amigos y yo haré lo mismo, pero con lo mío. Así iremos cambiando de talla en la ropa, de gustos en la música, de gustos en las personas, de gusto en nosotros mismos, de gustos en las verduras frescas e iremos a los mismos mercados, pero no nos encontraremos hasta que con el tiempo y la paciencia adecuada, por fin encontremos el puesto de verduras indicado, para nuestros gustos; que corresponderán a la responsabilidad de escoger entre un buen tomate maduro y un tomate cualquiera. Nos vamos encontrar pidiendo rebaja, vas a reconocer mi voz y vas decir mi nombre en voz baja, yo voy a verte antes de vernos a los ojos. Nos vamos a encontrar, en el mundo, siendo individuos no siendo estos niños bajo la mesa escondiéndonos de la verdadera unión, cuando sepamos escoger verduras por nosotros mismos, vamos a ser capaces de cogernos de la mano».

18 abril, 2013

Me declaro viva.

Me declaro viva,
ser humano,
perceptiva y combativa.

Vivo porque así lo creo,
porque así lo siento
y así lo quiero.

Humano
por imperfecto.

Perceptiva
como sistema social único
y colectivo,
perceptiva
de todas mis limitaciones,
y combativa de todas mis limitantes.

17 abril, 2013

Óbito de mi propia sangre.

Salgo de aquel hotel mientras me pongo mi chaqueta. Aunque estoy en un lugar cerrado, el frío llega a mis piernas descubiertas pues solo llevaba un simple short color negro. Meto mi mano en uno de mis bolsillos y saco un cigarrillo, lo enciendo, el calor llega a mi boca con satisfacción, como si fuera una taza de chocolate caliente de esas que preparaba mi mamá antes de ser asesinada por él. Aviento mi cabello revuelto para atrás con mi mano libre. Expulso el humo de mi cigarro, suspiro y cierro los ojos y sigo caminado.

Llego a la salida y camino por las calles: tal vez encuentre algún cliente, pero no, nada. Las luces apenas iluminan la calle, camino y camino sin rumbo, de repente, me encuentro frente a ese lugar. Me dejo influir por aquel odio que recorría todo mi cuerpo, cada parte de mi, hasta el mas recóndito lugar de mi asqueroso cuerpo. Puedo ver mi reflejo en un charco de agua sucia a causa de la lluvia de hace una horas: el rímel corrido y unas ojeras visibles, mis labios rojos y uno de mis ojos morados, cortesía del cliente anterior. Entonces sonrió: una sonrisa llena de odio, coraje y resentimiento contra todos. Cada persona que me hizo daño lo pagaría. Tallo mi boca haciendo que el rojo se corriera más allá de mis labios. Me acerco a la puerta de aquella horripilante casa, levanto el tapete de bienvenida y me encuentro con la llave.
—Siempre tan idiotas. —pienso.
Meto la llave en la perilla y abro con cuidado, frente a mí hay un cuadro con la nueva familia de él: una esposa, una niña y él, todos sonriendo.
—Maldito bastardo, si supiera lo que le espera.
Camino a la cocina, observando cada detalle de la casa, una chimenea que me mantenía caliente en las noches de invierno, recuerdo. Frente una pequeña mesa, como en la que hacía mis tareas mientras mi madre preparaba un rico chocolate y unas galletas de mantequilla, pero todo ese paraíso que tenía de pequeña lo destruía él cuando llegaba, con una mujer a su lado, ambos ebrios y con botellas en las manos, subían las escaleras y solo alcanzaba a oír unos cuantos gemidos: porque mi madre me cubría los oídos con sus manos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. En ese momento sentí por primera vez el odio, el odio hacía ese hombre y hacia esa mujer, y todas las que vinieron por delante. Y no entiendo cómo terminé convirtiéndome en lo que más odio.

Entro a la cocina, observo el refrigerador lleno de fotografías y dibujos pegados. Sonrisas por doquier y durante un segundo siento pena por él: por lo que les voy hacer. Pero se esfuma esa pizca de pena y el odio la remplaza rápidamente.
—¿A caso el sintió pena por mi madre alguna vez? ¿Por mi? Jamas le dí pena mientras me acaricia bajo mi ropa. ¿Por qué tendría que tener pena yo?
Un cuchillo largo me llama la atención, lo tomo y juego con él, la punta en uno de mis dedos hace que salga una gota pequeña de sangre y se que la mirada se me ilumina. Lo tomo por el mango y subo las escaleras sin hacer ruido alguno. Mientras subo, paso la hojilla por las paredes, haciendo algunas marcas, sigo caminando doblando a la izquierda y al llegar a la planta de arriba entro al cuarto que antiguamente ocupaba mi madre con ese cerdo, cierro la puerta despacio y lo veo removerse bajo las sábanas, a su lado está una mujer cubierta hasta la cintura, puedo ver su brasier rojo entre la oscuridad, su cabello negro revuelto entre la almohada. Me acerco a ella y el odio tan fuerte me produce un tic en el ojo derecho, el que no estaba morado. La reconozco enseguida, sé quién es. Me aguanto el impulso de atravesar su pecho en el cuchillo: no, queremos verla sufrir, ¿no es cierto? Recuerdo la vez que entró por esa puerta, ella tomaba la mano de él, ambos reían tontamente, ese día mi madre no estaba en casa, y fue el peor día de mi vida. Él me tomó la mano y me subió a mi cuarto, ella iba tras de él, riendo y apoyándolo. No sabía que pasaba, pero unos segundos después lo comprendí, lo comprendí en cuanto el subió mi vestido verde y me tumbaba en la cama, mientras ella reía y soltaba unos cuantos "continua". Pataleé y supliqué que me dejara, que me soltara y no le diría a mi madre, pero no le importo, no le importo a él, ni a ella y unos minutos después, un dolor desgarrador cubrió mi cuerpo…

Camino hacia él, ahora, y lo veo seguir removiéndose en su lugar. Pongo el cuchillo en su estómago y hago una ligera presión y él abre los ojos, sus ojos azules se dilatan y con sus manos se apoya hacía atrás, creí que por el movimiento ella despertaría, pero no lo hizo.
—Atrévete a gritar, y te rebano aquí mismo. —lo amenazo. Me gusta la naturalidad con la que salen esas palabras.
—¿Qui…quién eres? —pregunta aterrado.
—¿Ahora no me recuerdas? —mi ironía lo hace temblar, lo puedo ver. Juego con el cuchillo y él me mira fijamente, aún temblando, aún sudando.
—N…no.
La rabia me consume y me acerco a su cuello con fuerza, el cuchillo roza con su mejilla y aún me parece extraño que la zorra que esta a su lado no despierte.
—¿No recuerdas las veces que golpeabas a mi madre? ¿Las veces que me acariciabas, cerdo? —digo mientras aprieto aún más su cuello y veo el terror en sus ojos.
—A..A..¿Angie? —a penas y puede contestar. Aflojo un poco y lo veo respirar con dificultad—. ¡Angie! —susurró. Lo suelto y me mira aterrado.
—¿Qué me harás? —pregunta con voz clara.
—Lo que tu me hiciste muchos años… Sufrir, pero yo lo haré hasta matarte. —le respondo. Él cierra los ojos y solloza, suspira y lo siento abalanzarse contra mi, o próximo que oigo es un gemido y siento mi cuchillo atravesar algo, su cuerpo. Me asusto durante un momento, pero me lleno de adrenalina y quiero acuchillarlo de nuevo, una y otra vez, hasta que no pueda más, hasta que no quede mas de él. El movimiento de la cama hace que ella despierte, pregunta por él y se sienta en la cama y solo veo sus ojos aterrados viéndolo tirado en el piso y luego a mi, y al final al cuchillo manchado de sangre.
—Acércate, y atravieso su cuello ¿entendido?
Sus lágrimas corren por sus mejillas. Observo la habitación rápidamente, en busca de algo con que la pueda amarrar y lo encuentro: unas esposas en una cómoda.
—¿Para qué las usan? ¿Eh? Sexo tal vez. —mi voz es burlona y las tomo, me acerco a ella y ella por un momento se resiste.
—Quieres que te corte que cuello, ¿ahora?
Ella deja de pelar y agacha la cabeza, sollozando aún. Le pongo una de las esposas y la otra la ato a un barandal de la cama. Me acerco a él de nuevo, se retuerce del dolor en el piso, manchas de sangre a su lado, me agacho pero él no me mira.
—Te haré sufrir… pero primero sufrirá ella.
—Estás loca. —lo oigo susurrar, pero no me importa. Camino hacia ella con la cabeza ligeramente inclinada, observándola.
—Por…Por favor no…No me hagas na…Nada. —suplica, y yo río. Me acerco a ella y clavo el cuchillo en su estomago con fuerza. La sangre recorre su cuerpo. Ella se arquea y gime del dolor, mientras con su mano toca su herida y también se la mancha de ese liquido rojo.
—El rojo queda con tu basier. —me burlo de ella y la impaciencia me gana—. Esto se puso lento. —digo y entierro el cuchillo en su pecho, ella lanza un último gemido antes de caer.

Doy unos pequeño saltitos y camino hacia él de nuevo. Me mira aterrado, con repulsión y con odio.
—Eres un monstruo. —me dice jadeante.
—Algo tuve que sacar de ti, ¿no es cierto?
Tomo un pañuelo gris de la cómoda y lo ato en su boca.
—Al fin y al cabo, eres mi padre. —le expongo mientras que con fuerza entierro el afilado cuchillo en el centro de su mano izquierda, él suelta un grito, pero se pierde entre el pañuelo.
—Es verdad lo de la venganza: es dulce, y divertida. —sonrío.
Con el cuchillo hago un corte largo: de la boca hacia su ojo izquierdo, la sangre brota y las lágrimas corren por las mejillas. Sus ojos muestran dolor, como el que yo alguna vez sentí a causa de el.
—¡¿No te gusta verdad?! —le grito, pero no tan fuerte como para que despierte la pequeña. Él niega con la cabeza, y aunque no pueda hablar, sé que suplica.
—A ti nunca te importo todas las veces que te supliqué, que suplico mi madre para que la dejaras de golpear. ¿Por qué habría de importarme a mi?
El odio vuelve y de repente, me encontré apuñalando su cuerpo una y otra vez, tantas veces como podía hasta que quede exhausta. Por su cuerpo corrían chorros de sangre. Un charco de sangre lo cubría, y de él no salia ningún respiro. Rasco mi nuca con cansancio y salgo por la puerta aún con el cuchillo en la mano y mi ropa llena de sangre. Camino por las escaleras y veo otra foto de la familia, todos sonriendo y, por alguna razón la sonrisa de la pequeña me recuerda a la mía, la que le mostraba a mi madre cada vez que se acostaba conmigo las noches que no podía dormir y me tarareaba una canción. Salgo de la puerta dejando a la niña en paz, se que estará mejor si ellos. Son unos monstruos. Camino de nuevo por la calle, no sabía que hora era, pero aún era de madrugada. Un auto pasa y se estaciona a mi lado, sé lo que busca, sé lo que quiere. Así que me subo en la parte trasera de lado del piloto y beso su cuello lentamente, mientras guardo el cuchillo debajo de los asientos esperando ansiosamente, usarlo de nuevo.

15 abril, 2013

Depresión Post-Electoral.

No hay sentimiento de impotencia más grande que el que siento en estos momentos al ver como mi hermoso país se cae en pedazos, un país que tiene todos los recursos necesarios para convertirse en el país más rico del mundo, un país que tiene todas las de ganar….

No hay impotencia más grande que la que ver y saber como mi familia va a seguir viviendo miserablemente entre la escasez; tanto de alimentos como de seguridad y trabajo.

No hay impotencia más grande que la que ver como a los niños se le cierran tantas puertas, puertas que le brindan la posibilidad de progresar en la vida. Como a los jóvenes se les cierras tantos horizontes y posibilidades para una mejor calidad de vida

No hay impotencia más grande que la que siente un Venezolano al saber que se puede tener algo mejor, que se puede vivir mejor. Que ese país que todos soñamos sí se puede obtener, sí se puede tener un país en donde la noticia más importante gira alrededor de otro aire.

Me duele la impotencia. Me duele, me duele porque soy Venezolana. Y así viviera al otro lado del océano me seguiría doliendo porque pagan mis hermanos, mi familia, mis amigos, porque soñaría todas las noches con ese avión que me devuelve a mi tierra natal. Ese avión que me reúne con todo esa gente a la que amo y extraño cada día mas.

Sueño con mi país lleno de posibilidades y nuevos horizontes.
Sueño con un país lleno de paz.

Sueño con leer un periódico lleno de buenas noticias y no uno en donde en todos los encabezados se huele la sangre y el hierro de homicidios y catástrofes de secuestros.

Que impotencia es ver como la gente mediocre, descarada, conformista, hipócrita, egoísta, llena de insaciable poder va acabando lentamente con la vida de mas de 28 mil personas; personas que vienen de una misma madre, de mi madre. Una madre que se llama Venezuela.

13 abril, 2013

Un diario, un escrito, un desahogo.

Sentada haciendo nada, queriendo pensar, queriendo aclarar mi mente. Pero la verdad es que ya no sé cómo hacer eso una vez más. Justo cuando crees que los demonios te han dejado de acosar aparece uno nuevo. Y quisiera culpar a alguien más, echarle la culpa a la mala suerte, a la mala energía, a hechizos sin sentido… pero todo está dentro.

¿Cómo acabas con algo que te lastima desde tus más profundas y enterradas debilidades? No estoy triste, pero tengo miedo. Tengo miedo y no soporto el millón de cosas que se unen para descontrolarme más. Tengo miedo a muchas cosas. Tengo miedo al futuro, a siempre tener miedo. Quisiera ser valiente en casi todos los días, pero no, es imposible y no sé cómo hacerlo. Y quisiera salir y gritar, encontrar a alguien con quién hablar sin miedo a sentirme tan patética como yo misma soy. Tal vez por eso extraño tanto a las personas que me brindaron eso alguna vez. No extraño el cariño, extraño poder expresarme, darme a entender, extraño no tener que callarme todo lo que me atormenta. Pero todo se va, y me da miedo un día despertar y darme cuenta de todo lo que perdí por culpa del miedo.

Es extraño y me siento débil. Es lo que más odio. Odio la cobardía porque yo soy cobarde. Odio sentirme sola a pesar de me gusta estar sola. La vida está llena de contradicciones y no sé qué pensar. Ya no puedo ni pensar. Encuentro verdadero lo que dicen de que si tienes equilibrio mental las cosas en el exterior mejoran y se ven más claras y menos terroríficas, pero qué pasa cuando ya no sabes encontrar un equilibrio. Cuando te has quedado sin fuerzas y sin ganas de hacer algo. Es temporal. Todo es temporal y todo cambia, pero hay ese miedo a que las cosas cambien para mal. Que todo empeore, en mi mente y en consecuencia externamente.

Hay miedo y lo tengo porque tal vez ni yo misma me conozca, tal vez no me acepte. El punto es que hoy no tengo ganas de pensar, quisiera hacerme burrito en mis cobijas y no salir nunca. No perder a nadie. No esperar nada. Las expectativas destruyen todo cuando no sabes salir a buscar lo que quieres. Y el punto es ese, saber encontrar lo que quieres y encontrarte a ti mismo en tu mismo interior. Pero es difícil y sigo aprendiendo. Ya ni sé que estoy diciendo porque hoy ni siquiera puedo escribir. Apesta. Todo apesta.

12 abril, 2013

Todo lo bueno tiene un lado sucio.

En noches así anhelo una copa de vino,
un buen disco y tu compañía.

Sólo imagínate sentado a mi sala,
el frío entrando por la ventana,
las palabras saliendo de mi boca.

Tú, y el vino que sólo es un testigo de lo que nadie,
además de nosotros necesita saber,
necesita ver.

Tu mano en mi pecho y las mías en tu espalda,
el sofá bajo nosotros sufriendo todas las consecuencias.
La ropa ya no tiene lugar en ésta situación,
y tú, que no estás quieto un minuto
sabes perfectamente qué es lo que debes hacer.

Gritos que oye toda la cuadra,
cosas que sólo me dices a mí.
Tú tocas todo porque todo es tuyo,
y yo todavía no sé como llegamos a estas circunstancias,
y si fue producto del alcohol o no.

Tú haces de mi lo que quieres y yo te dejo,
no quiero que preguntes si quiero,
lo necesito tanto, o más que tú.
Yo sólo quiero más, más de ti.

Las pecas de tu espalda
son todo lo que necesito para seguirte la corriente,
yo también toco todo,
tú dejas que toque todo,
y entonces,
cuando creo que ya no puedo más
todo estalla y la paz inunda la habitación y mi ser,
y nuestros cuerpos como uno solo se quedan ahí,
tan quietos,
perfectamente unidos,
sólo para recordar que todo lo bueno tiene un lado sucio.

Refinado cadáver.

Me fascinó la forma en la que puedes crear mil pensamientos y sentimientos alrededor de alguien muerto. Me imaginaba una muerte lenta, tan diferente a la muerte que yo deseo. Quería entrar en la sangre fluyente cada vez más débil y sentarme en la respiración del próximo cadáver que la vida habría de desechar en un suspiro. Quería sentir su dolor, quería escuchar sus recuerdos.

¿Qué piensa alguien a punto de morir?
Depende del personaje, depende del delirio, de la desilusión, depende del creador que manejó su vida como un caleidoscopio. Creo en escritores, personajes e historias. La pluma se mueve y la mente avanza. Una vez que me encontré ahí, dentro de mí, en un mundo que existe pero que nadie deja fluir y que todos ignoran, y una vez ahí pude sentirlo. Sentí la muerte. Los órganos se combinan con la metafísica de la realidad del ser agonizante. Lo pude sentir a pesar de nunca haber vivido una muerte en el mundo material. Sus ojos se cerraron y el dolor se expandió pero, ya no estaba más ahí. Sin importar si había sido un buen o mal personaje, la esencia de la muerte lo llevó a lugar extraño y húmedo. Las lágrimas de aquellos que pierden acaban en ese lugar y aquellos perdidos mueren llegan ahí.

Se bañan en lágrimas y sienten el frío que comienza a avanzar por sus talones y pies. Es una caricia de muerte que endurece cada músculo. La caricia de la muerte que roba el calor, el color; llevándose la vida en un delicado roce. Si duele o no, no lo supe nunca. El cadáver no respondió. El cielo se perdió en su visión escapada y los pájaros volaron y se convirtieron en espejismos de cenizas de cuerpos bañados en lágrimas. El vuelo del ave, la picazón en medio de los ojos. Yo me quedé ahí, dentro de un cascarón aterrador, en un estuche vacío que guardaba con recelo las más preciosas joyas de una actriz famosa vagante entre las tumbas buscando un cofre de plata que ya nunca encontrará.

Colorete rojo, rojo como fuego. Tardé en salir y me quemaron junto con la caja de cristal. Explosión y trozos de vidrios y cristal por el suelo. Si la muerte me acarició aún no lo sé, pero es verdad, es verdad que la muerte de un personaje es la muerte del autor. Tal vez vivimos en ellos, nos combinamos con su sangre y nos instalamos en sus pulmones, nos volvemos pájaros cenizos que les lloraran un baño en aquel cuarto mojado y lejano.

Quería describir una muerte lenta y sólo escribí un cadáver exquisito.
Quería escribir una muerte y me volví mariposa.
Una mariposa la cual le hicieron una autopsia en el infierno.

09 abril, 2013

Todo fluye.

Dicen que las peores
cosas ocurren cuando menos te lo esperas,
que las heridas más profundas
te las provocan las personas
que más quieres,
que aquellas palabras que no deseas escuchar
son de aquellas personas
que nunca pensarías,
que todas las cosas que pasan
en tu alrededor
en algún segundo son
siempre las menos esperadas.

Porque así es como rota todo,
como funcionan las cosas,
así es como te das cuenta de que
el mundo es tan imparcial
y a la vez tan indiferente...
porque finges tan bien
que todo te resbala
para que nadie te vea mal,
para que nadie te vea lastimado,
ni herido,
que a veces te ocultas
en los lugares más rebuscados
y al mismo tiempo
aquellos que son más usados
por almas llenas de heridas
y cicatrices en el interior.

En el interior,
porque es allí donde recae todo,
el dolor,
la tristeza,
la alegría
todas aquellas emociones
que son capaces de llenar
tu cuerpo de vibras
y más vibras,
de emociones
tanto positivas como negativas,
y es así como todo funciona
en un delicado equilibrio,
porque todas las cosas fluyen
y pasan por tu interior,
todo existe dentro de ti
de alguna forma u otra.