15 abril, 2013

Depresión Post-Electoral.

No hay sentimiento de impotencia más grande que el que siento en estos momentos al ver como mi hermoso país se cae en pedazos, un país que tiene todos los recursos necesarios para convertirse en el país más rico del mundo, un país que tiene todas las de ganar….

No hay impotencia más grande que la que ver y saber como mi familia va a seguir viviendo miserablemente entre la escasez; tanto de alimentos como de seguridad y trabajo.

No hay impotencia más grande que la que ver como a los niños se le cierran tantas puertas, puertas que le brindan la posibilidad de progresar en la vida. Como a los jóvenes se les cierras tantos horizontes y posibilidades para una mejor calidad de vida

No hay impotencia más grande que la que siente un Venezolano al saber que se puede tener algo mejor, que se puede vivir mejor. Que ese país que todos soñamos sí se puede obtener, sí se puede tener un país en donde la noticia más importante gira alrededor de otro aire.

Me duele la impotencia. Me duele, me duele porque soy Venezolana. Y así viviera al otro lado del océano me seguiría doliendo porque pagan mis hermanos, mi familia, mis amigos, porque soñaría todas las noches con ese avión que me devuelve a mi tierra natal. Ese avión que me reúne con todo esa gente a la que amo y extraño cada día mas.

Sueño con mi país lleno de posibilidades y nuevos horizontes.
Sueño con un país lleno de paz.

Sueño con leer un periódico lleno de buenas noticias y no uno en donde en todos los encabezados se huele la sangre y el hierro de homicidios y catástrofes de secuestros.

Que impotencia es ver como la gente mediocre, descarada, conformista, hipócrita, egoísta, llena de insaciable poder va acabando lentamente con la vida de mas de 28 mil personas; personas que vienen de una misma madre, de mi madre. Una madre que se llama Venezuela.

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