21 abril, 2013

Somos una ruta por seguir explorando.

«¡Vayámonos, anda!» le dije con tono de súplica y me vio con ese tono café en sus ojos, me hizo pensar en los troncos de los árboles de castaño que me gustan tanto, tanto como me gustan sus ojos. Me vio y me dijo: «Si salimos de abajo de la mesa ¿A dónde más nos vamos a encontrar?» Yo me comencé a reír tanto y tan fuerte que se hizo contagiosa y éramos dos niños debajo de la mesa riéndonos del encuentro. Le respondí: «Vamos a salir de abajo de la mesa, vamos a volver al mundo, a las calles lejanas de las ciudades de nuestro país, volveremos al mercado a comprar verduras frescas mientras los niños nos persiguen con sus carretas construidas de trozos de madera para cargar nuestras bolsas por unos cuantas monedas. Tú irás a tu casa y yo iré a la mía, harás tus cosas, saldrás con tus amigos y yo haré lo mismo, pero con lo mío. Así iremos cambiando de talla en la ropa, de gustos en la música, de gustos en las personas, de gusto en nosotros mismos, de gustos en las verduras frescas e iremos a los mismos mercados, pero no nos encontraremos hasta que con el tiempo y la paciencia adecuada, por fin encontremos el puesto de verduras indicado, para nuestros gustos; que corresponderán a la responsabilidad de escoger entre un buen tomate maduro y un tomate cualquiera. Nos vamos encontrar pidiendo rebaja, vas a reconocer mi voz y vas decir mi nombre en voz baja, yo voy a verte antes de vernos a los ojos. Nos vamos a encontrar, en el mundo, siendo individuos no siendo estos niños bajo la mesa escondiéndonos de la verdadera unión, cuando sepamos escoger verduras por nosotros mismos, vamos a ser capaces de cogernos de la mano».

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