06 octubre, 2012

Demencia por ti.

Aquí me encuentro, tendiendo mi cuerpo desnudo sobre la fría cama como aquel óleo trazado por primera vez en un lienzo. Cierro los ojos para entrar al portal de mi mente, subir paso a paso todo pensamiento que se atraviese y contemplarlo para responder mis propias preguntas. Inhalo profundamente el aire para contener los latidos que van de forma violenta bombeando sangre a mi organismo... luego, exhalo.

Estoy en un lugar oscuro, sentada de piernas cruzadas sobre una silla de cuero rojo. Una silueta se acerca a mi... no logro detallarla con nitidez, pero, a medida que venía, más se aclaraba.

Lo primero que observé fue una piel morena que pareciera bailar un tango de lo ingenuo con que se movía. Estando cerca mío extendí mi mano. Palpé un cabello liso como la superficie de una madera recién pulida y más negro que todos los pecados.
—Desconozco de ti. —murmuré mientras mi mano regresa a su posición, mi pierna.
Bajé la mirada y enseguida sentí el roce de unas cálidas manos que apoyadas de mi barbilla subieron mi rostro. Detallé esas cejas que hacían función de prisión ante sus gestos; notaba una emoción de euforia... quizás estaba equivocada. Me topé con sus ojos, un par de prismas negros como gatos corriendo por los tejados. Largas pestañas como un tobogán de locuras. Seguí deslizando mi mirada por su rostro. Me detuve en su nariz, donde cobraba por cada aroma que deleitaba. Ahora siento en mi interior un fuego duplicado cuando vi sus labios los cuales al imaginar su lengua acabé con todas mis pesadillas de manera instantánea.

Soltó un suspiro y luego volteó. Me perdí en el callejón sin salida de su nuca y en aquel cuello que parecía una rama para colgarse. Su espalda me tentaba... era como si fuese mi patria, obligándome a ser palpada. Se quedó un rato mirando al vacío.
—Tu olvido fue un descuido de mi pasión. —dije con voz sutil.
Al parecer no me había escuchado. De seguro su mente se había transformado en un crucigrama sin solución. Miré sus manos como una perdición... en seguida las apretó y sentí como si sus uñas acribillaran mi corazón, aferrándose cada vez más a lo imposible. Giró su torso dándome una vista de su pecho con el que me sentí dueña por unos instantes. Su ombligo andaba buscando donde ocultarse mientras mi respiración aumentaba de ritmo.

Me levanté y caminé hacia el. Por cada paso que daba, la oscuridad se alejaba. Y, ahí quedé yo... congelada por mi sorpresa de notar que eras tu el que se escondía en este manto deseoso. Estaba a pocos centímetros de tocarte cuando te acercaste y mi boca se volvió un milagro de la humedad al toparse con la tuya. Fue como si muriera el verano por transformarse en primavera. Sentí en mi vientre un desanudo, y, en ese instante, sus manos rodearon mi cintura como una cordillera donde saliera el Sol más temprano.

Una lágrima rodó por mi mejilla cuando desperté de golpe. Mi almohada se inventó otro sueño para que siguiera durmiendo pero de nada sirvió. Por fin, esas serpientes de cascabel se habían transformado en flores de alquitrán por estar efímeros minutos contigo.
—¿Por qué? ¿Por qué? —gritaba una y otra vez hasta sentir un furor que me hizo romper a llantos.

0 comentarios:

Publicar un comentario