10 marzo, 2013

Puede ir en paz.

Hoy solo es otro día más que le dedicarás a la rutina, otro día para no permitirte pensar. Te has dejado convertir en un ser mecánico; esto para ti solo es otra mañana de agua fría y escuchando el reloj a contra tiempo, de café instantáneo y tráfico pesado.

Como cada mañana desde hace diez años llegarás al edificio de tu trabajo, estacionarás tu ahora viejo y destartalado auto, subirás una larga hilera de escaleras, saludarás a la recepcionista y ocuparás tu cubículo. Teclearás en silencio hasta la hora de comida, hora que claro a sido elegida por ti con el afán de coincidir con la menor cantidad de personas posible. Regresarás a tu puesto donde una loca idea te invade, tal vez tu día sea emocionante y pongas algún sello o tengas que sacar copias. Quizá, solo quizá, camino a casa tu vida cambie. Te das un zape mental.

Mientras te auto-regañas por distraerte, cada vez eres más duro contigo mismo y a la vez te vuelves más insensible. Estas distraído, pero no de la forma en que tu lo crees, como es de costumbre piensas en un error, no te das cuenta de lo que hay a tu alrededor, te rehúsas a ver qué has fracasado, que una mente libre que juraba no levantarse, ahora mismo está remitido en el cuerpo de un engranaje, reducido a un simple objeto con el destino dictado y sellado bajo los burócratas necesarios.

Deja de mirar el suelo, mira al frente y dime cómo has sido capaz de aprender a ignorar, explícame en que momento dejaste de luchar. No te hagas la víctima, acepta tu cobardía y grita cuánto te arrepientes, llora lo infeliz que eres y si aún, después de ello, no deseas luchar una vez más, si estás dispuesto a ser parte de aquellos que vivieron sirviendo al enemigo, en lugar de aquellos que murieron luchando por lo que amaban…puedes hacer el favor de matarte.

0 comentarios:

Publicar un comentario