13 agosto, 2013

Campanas.

Llegó al pueblo respondiendo a un anuncio de trabajo, estaba cansada y tenía mucho sueño pues eran las seis de la tarde de un nubloso día de enero. Le sorprendió la tranquilidad que se respiraba, pero más le sorprendió no ver a nadie por la calle, aunque era invierno en los pueblos costeros casi siempre hay gente por todas partes. Justo a medio bajar, la cuesta que conducía al muelle el coche se paró, cosa tremendamente rara si tenemos en cuenta que ella no pisaba el freno, pero el coche se negaba a moverse. Se bajó y miró a su alrededor, no había nadie que pudiera ayudarla pero no fue eso lo que más la inquieto sino el hecho de que no se oía nada…nada, ni siquiera el mar que estaba a unos veinte metros a su derecha.

Escuchó atentamente intentando captar sonidos, una televisión, una voz, tintinear de vasos…algo. Pensó en no ser tan aprensiva y buscar ayuda, en alguna parte tenía que haber un bar, tiendas o un centro policial. Empezó a sentirse mal cuando vio que todas las casas de la calle estaban tapiadas, y también las ventanas, debía haberse equivocado en el cruce anterior y que decididamente éste era un pueblo abandonado. Inesperadamente sonaron las campanas de la iglesia y al mismo tiempo se apagaron las luces de toda la calle, muy asustada corrió hacia el coche pero no podía encontrarlo ¡no estaba! Entonces oyó otro sonido y deseó que todo fuera silencioso como antes, era un alarido casi infrahumano, un grito de mujer, aterrador. 

No estaba sola después de todo, alguien gritaba como si le estuvieran arrancando la piel como si ¡ah! ¡el dolor! Un extraño dolor la aferró y le recorrió todo su cuerpo haciendo que se desmayara. Cuando despertó el dolor era insoportable y casi no veía, poco a poco se le aclaró la mente, seguía escuchando las campanas pero de una manera muy lejana, ya no oía el grito de mujer, ahora solo oía lamentos y gemidos, se sentía “como flotando” pero no podía moverse. Entonces se despejó por completo y comprendió, se saltó el cruce, el grito que oyó fue su propio grito y no podía oír el mar porque estaba dentro de el. Con todo su cuerpo roto no podía salir, se estaba ahogando, seria parte de la nada de aquel pueblo que nunca llegaría a ver. Solo pudo oír las campanas de la iglesia, que parecían tocar a muerto.

0 comentarios:

Publicar un comentario