06 agosto, 2013

Esencia opaca.

En una habitación de un segundo piso de un barrio obrero de Londres cerca del centro de la ciudad, se escucha un aterrador grito, retumbando en todo el edificio. La dentista Grace Dylan y Agatha su ayudante, intentaban sacar una muela a un paciente, que estaba enloquecido por el dolor.
—Sostén al paciente que no para de moverse y no me deja trabajar. —dije.
Después de una media hora de lucha contra el molar, lo sacó y el paciente se retorció de dolor y empezó a fluir sangre del agujero enorme que había dejado.
—Corre, tapa la herida, que hay una hemorragia.
Agatha tapó la herida del paciente, su cara estaba desencajada y se había quedado pálido. Me sentía muy cansada, me lave las manos, mientras Agatha recogía todo y se despedía del paciente. Me quedé sentada delante de mi mesa, con los codos apoyados y las manos en la cabeza.
—¿Cómo te encuentras?
—Bien, cansada de este trabajo y de esta vida tan desgraciada que llevo.
—Bueno, hay gente por estos barrios que viven peor que nosotras y no tienen nada para poder sobrevivir dignamente.
—Es cierto, pero yo quisiera ir al centro y vivir con la gente rica.
—A lo mejor con el tiempo lo consigues, eres una buena dentista y te lo mereces.
—Gracias. Ya te puedes ir, yo me quedare un rato con mis papeles.
—Hasta mañana, ten cuidado. Recuerda que hace un año, hubo aquellos crímenes, que el asesino les sacaba los ojos a las pobres victimas, y la vigilancia por las calles ya no es como antes. No te vayas tarde y descansa.
—Si es cierto ya no lo recordaba, me iré ahora mismo. Hasta mañana.

Me quedé una hora, ya era tarde. Medio dormida cogí mi abrigo y cerré la puerta. Al salir a la calle, el frío nocturno recorrió mis huesos y me hizo temblar todo mi cuerpo. La niebla todavía no era densa y la visión era buena. Aunque Londres era la ciudad con mas habitantes del mundo, en el barrio parecía que habían desaparecidos todos, no había ni un alma. El barrio, era un gigantesco laberinto de callejuelas, en cuyas fachadas de las casas se veía la miserable pobreza que sufrían y su pequeña vivienda estaba a seis calles. 

Caminado, pensando en mi vida, junto al frió alojado en mi cuerpo intenté solucionar mi situación. Al girar una calle, me paré bruscamente al observar una figura humana con una capa y gorro, que estaba de espaldas a mí. Mi corazón se asusto y mis temblores ya no eran del frió si no de miedo. La sombra era semitransparente y se deslizaba sigilosamente sin tocar el suelo. Asustada me apoyo en la pared de la esquina para que no me viera. Pero la figura se paró, su cara giro hacia atrás. Se quedó unos segundo sin moverse, levantó su mano izquierda e hizo una señal para que le siguiera. No me pudo mover aunque quisiera, mis piernas se bloquearon y no tenía señal desde mi cerebro. La sombra continuó su aterrador camino, hacia algún destino tenebroso. Estuve un rato en la misma posición, hasta que mi cuerpo se despertó. Asustada y observando a mi alrededor, llegué a mi casa.
La noche fue larga, durmiendo por momentos y acompañadas de pesadillas. El día amaneció triste y oscuro. Como casi todos los días.

"Hoy sería un día diferente a los otros", pensé. Llegué tarde, Agatha ya había abierto.
—Tienes mala cara Grace, ¿no has dormido bien?
—No, tuve pesadillas y la noche se mi hizo muy larga.
—Ya tenemos más de cinco pacientes esperando en la sala.
—Bueno pues has pasar al primero.
El día transcurrió normal. hasta que el último paciente del día salió por la puerta.
—Te tendrías que tomar vacaciones y descansar unos días. —murmuró Agatha.
—Quizás tengas razón, estoy agotada y no dejo de pensar en mi vida. Un día de estos pondré un cartel en la puerta, que ponga cerrado por vacaciones en busca de mi vida. —respondió y se rieron las dos. No comenté nada a Agatha de la figura, no quería asustarla y no sabía si era real, o sólo una imaginación que tuve.
—Bueno yo me voy, te dejo con tus cosas, hasta mañana y cuídate.
—Gracias, lo intentaré, hasta mañana.
Estuve esperando en la silla, hasta la misma hora de la que salí ayer. Tenía curiosidad por verla otra vez.  Aunque mis sentimientos, eran de temor hacia algo desconocido. La personalidad y el carácter que tengo me hacían ser valiente, hasta esa noche.

Salí por la puerta a la misma hora, e hice el mismo recorrido. Cuando llegué a la esquina, asomé la cabeza, pero no había nadie, esperé unos minutos. Seguía sin aparecer nadie. Me dispuse a dar el primer paso para irme. Pero de la esquina de la calle surgió la figura, se quedó allí quieta y mirándome. Mi corazón se aceleró. La figura me hizo una señal para que fuera, así que no dude y me dispuse a seguirla. La sombra había girado la calle, avivé el paso y llegué a la esquina. Era una callejuela sin salida y no había nadie, me adentré en la calle y me detuve. Note una presencia detrás de mí, me gire y allí estaba.
Su cara semitransparente era la de un hombre, sonreía. Me sobrecogí al mismo tiempo que mi cuerpo empezó a temblar. Estuvimos un rato mirándonos. De mi boca salió unas palabras desgarradas por el miedo.
—¿Qué quiere de mi?
No hubo contestación, su sonrisa era mayor.
Velozmente y con un chillido agudo, se introdujo en mi cuerpo. Caí al suelo, me entraron convulsiones mientras gritaba y pataleaba en el adoquinado. Sentí un escalofrió terrorífico por mi cuerpo, mi mente se quedó en negro. Sentí como la muerte circulaba por todas mis venas, dejándolas vacías de vida, alcanzando hasta lo mas profundo de mi alma. Pasó velozmente una luz cegadora dentro de mí. Mi respiración jadeante se entrecortaba con mis gritos de angustia, sin sentir ningún dolor. Finalmente salió de mi cuerpo con un chillido aún más atroz. Me quedé inerte en el suelo, con los ojos en blanco. Me sentía vacía y al mismo tiempo viva. La figura me miró, su cara reflejaba felicidad. Alzó la mano y me saludó. Lo veía borroso. Estaba agotada. Me dijo adiós con la mano, y se deslizó entre la oscuridad de la noche. Tambaleándome me incorporé, me sentía extraña, como si se hubiera llevado algo del interior de mi cuerpo. Enseguida me repuse, me encontraba vigorosa. Me dirigí hacia mi casa, preguntándome, qué es lo que me había sucedido, tenia miedo de mi misma.
Llegué, y me encontraba muy nerviosa y mi cuerpo no paraba de temblar. Intenté dormir, y tuve pesadillas horribles.

Por la mañana me fui a trabajar. En la puerta estaba Agatha
—Hola Grace te encuentro radiante, ¿qué es lo te paso anoche para llegar de esta manera?
—Pues, no sé. —repuse—. Estoy feliz, supongo que he cambiado.
—¿De un día para otro? Qué facilidad.
Estuve unos días alegre, bromeando con Agatha, me sentía bien, pero por las noches tenía pesadillas. Mi entusiasmo y felicidad iba decayendo, hasta encontrarme cansada, sin ganas de hacer nada, mi personalidad cambió por completo, mi vida se iba apagando poco a poco. Una noche inconscientemente, me vestí, cogí un cuchillo de la cocina y salí a deambular por las oscuras calles, sin ningún destino y sin saber que es lo que andaba buscando. Sentía una necesidad inexplicable dentro de mi cuerpo, que pronto descubriría.

Vi un hombre de avanzada edad, que se dirigía hacia mí. Mi corazón empezó a latir fuertemente, mi mente se quedó en blanco y seguía ordenes de algo sobrenatural. Me acerqué a él, le dí las 'buenas noches', el hombre desconfiado y perplejo, me saludó. Al mismo tiempo que saqué el cuchillo de mi bolsillo, le agarré la cabeza con la mano izquierda y le desgarré la garganta. Sentí la carne deslizando sobre el filo del cuchillo. Empezó a brotar sangre, se puso las manos en la garganta intentando impedir que la sangre saliera de su vida. Agonizando e intentando de gritar, sin conseguir que saliera un grito desolador de su garganta rota. Actué rápido y me introduje en su cuerpo en busca de una luz que se extinguiría en pocos segundos. La ví y la absorbí. Salí de su cuerpo, y es cuando el agonizante hombre dejo de vivir.

Llegué a mi casa, me sentía mucho mejor, pero al mismo tiempo mi preocupación era horrible. Llegué a la conclusión de que para poder vivir tenía que matar, y desposeer sus almas. Estuve meses en esta situación tan horrible. Mataba solo cuando necesitaba vida. Dejé el trabajo y mi vida era insoportable, Agatha había días que venía para poder ayudarme a lo que me fuera necesario, pero yo la echaba, no me podía ayudar en nada.

Una noche pensé en la figura, que sería ella la quien me pudiera ayudar, mi mente intentaba comunicarse con ella, para poder verla. Esa noche salí al acecho de una nueva víctima, porque me falta vida. Pero para mi sorpresa me encontré con la figura. Nos miramos y le dije:
—No quiero vivir a si, no quiero seguir matando.
Se me quedo mirando, con una sonrisa irónica y diabólica a la vez, que me hizo estremecer de terror.
—No puedes cambiar el destino. —me dijo, con una voz increíblemente serena—. Tu matas a las personas que tienen que morir.
—Pero ¿por qué tienen que morir?
—Porque es su destino, eres tú quien las elige, para tu poder seguir viviendo.
—¡No! No quiero continuar con esto. —reproché—. ¿Qué debo hacer para dejar de matar?
—Nada, no puedes hacer nada.
—¡Ayúdame! —exclamé a punto de sollozar
Él rió y escuchaba su risa diabólica por mis oídos, como si la muerte llegara para llevarme con ella.
—Tienes dos elecciones. —propuso, sin dejar de reírse—. La primera es matarte, así quedas libre, y tu alma me pertenecerá. Y la segunda es entrar dentro de mi, buscar tu alma, cuando la poseas, saldrás y tu vida seguirá siendo insoportable, sin que tengas que matar. Elige la mejor opción, porque el destino ya lo tienes escrito. Y no podrás cambiarlo.
Me dejo desconcertada, pero no dude en introducirme en su cuerpo en busca de mi alma.

Así lo hice, habían cientos de almas, ví una que brillaba con más intensidad y la absorbí, pero no sucedía nada... esperé. Me encontraba atrapada dentro de su cuerpo.
¿Cómo me podía haber fiado de un diablo de almas perdidas? Mientras la figura se deslizaba por la tenebrosa oscuridad y su sonrisa triunfal se oía a muerte, yo me desvanecía en su interior convirtiéndome en una luz más. Y se reía, se reía de mí.

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