07 junio, 2013

Tinieblas.

El se despertó. Un golpe palpitante le hacía arder su rostro, tocó su frente, en la cual se abría una herida. Sintió frío en sus pies, notó que estaba descalzo, se incorporó lentamente, no recordaba nada, ni una vaga memoria de quien era, ni un recuerdo. Se pregunto dónde estaba, miró alrededor y sólo vio oscuridad. 

Grandes árboles se extendían frente a sus ojos, las copas de los arboles frondosas, no permitían entrar la vital calidez de aquellos rayos de luz. El único morador de ese paraje era una gruesa penumbra de donde sólo, apenas, se logra resaltar los troncos viejos y desgastados, extendiéndose por el área un manto grueso de hojas. De apoco la angustia, el pánico, y un frío siniestro empezó apoderarse de él… ¡desesperación! Ante tal escenario, se le vino a la memoria flechazos de imágenes, de la cual resaltaba un traje y un sendero. Nada tenía sentido.

Sintió hambre, por lo que buscó entre sus pantalones. Sus bolsillos estaban vacíos, sólo un envoltorio de un dulce. Decidió revisar su chaqueta, era la de moda de esos momentos, la que todos los niños usaban, café con franjas rojas blanca y azules donde encontró una mitad de barra de chocolate y un papel arrugado. Aquel papel arrugado le dio miedo, como si algo le advirtiese, que no lo abriese, pero algo lo impulsó... una fuerza extraña, algo que lo manipulaba. Lo empezó a desdoblar con cierto temor.

Era un dibujo, un boceto de una bizarra figura huesudas, y de largas extremidades cubiertas por unas especie de pellejo seco, pero lo que más le inquieto al muchacho fue el rostro de aquel ser y sus ojos, entonces debajo de ese extraño ser había una palabra… "¡corre!". El muchacho se alarmó y empezó a caminar a la deriva, sin rumbo. Solo sentía algo, como una presencia que lo observaba y lo presentía. El terror se apodero aún más de él, de lo que un alma mortal pueda soportar.

Empezó a correr. Con cada pisada, hería sus pies descalzos, pequeños cortes y magulladuras empezaban aflorar por las ramas de los árboles, su rostro y sus manos sangraban al abrirse paso sobre aquella tupida vegetación, áspera y dura, el muchacho sentía como si la naturaleza jugara con él, como si la penumbra nublara sus ojos y los envolviera, como si estuviera divirtiéndose, como si lo disfrutara. El silencio hondo del bosque lo ahogaba, solo los grillos y búhos rasgaban aquella penumbra, rompían aquel sepultario silencio.

Atrás suyo crujieron unas hojas, giró, creyó a ver oído algo, solo vio oscuridad, hasta que pudo divisar un especie de silueta, oculta, dentro del espesor de los arboles. El muchacho palideció pues no sabía bien lo que veía, pero lo único que se le vino a su mente fue la palabra "corre" escrita en ese papel. Sé movió rápido, tan rápido como su pequeño cuerpo permitía, sus músculos, se extendía y contraían, se tensionaban con el movimiento rápido y bruscos de sus manos. Lágrimas brotaron de sus ojos, el cansancio se hizo sentir seguido de unas fuerzas inútiles que poco a poco lo abandonaban.

Poco a poco le iba quitando energía, le succionaba de a poco, ¡le bebía la vida! Miró de nuevo hacia aquella silueta, no estaba, pensó que tal vez hubiera sido su imaginación así que intentó calmarse y descansar un poco. De pronto, se paralizó.

Un frío le recorrió desde sus pies a la cabeza, le entró miedo, ese miedo cuando sabes que vas a morir... ese terror, ese pavor que te hace tiritar y te hiela la piel y la sangre, hasta el tuétano de los huesos, como si miles de agujas se enterraran en tu carne. Quiso correr, pero las fuerzas le fallaron, sus piernas se doblaron, empezó a caer mientras una silueta alargada, una sombra proveniente de los más oscuros sueños, se iba acercando y lo iba cubriendo. Sus ojos pesaban hasta que aquella sombra lo envolvió… Simplemente aquél día los habitantes del pueblo, no recuerdan una noche tan tranquila ni una luna tan grande como esa.

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