29 julio, 2013

Cuerpos ausentes.

Viniendo los recuerdos otra vez a verme, tuve la idea de barrerte a un rincón de soledad absoluta, puesto a que el nuevo sol rubio con el que encontré el sexo a las doce en el bar de la semana pasada, me había entregado la salvación, un desahogo que necesitaba en mis pozos de persona; pero seguía en las contradicciones, las típicas de cada ser alocado que miraba una simple conexión con un ser, y ése resultó ser él, quien logró contradecirte después de todo.

Se extendía por mí la idea de volver a probarle con tierra húmeda, esta vez en los linos incoloros para que se tiñesen de su fragancia nórdica, como si tejiera de nuevo los hilos para que resultasen semejar inodoros de ti, porque ahora se me antojaba el capricho de jugarnos sin tu existencia en mi mente. Así lo intenté con la llamada, pero sus ocupaciones me trajeron de vuelta adonde estaba, el cuarto vivo en el que tú aún residías sin estar, porque te habías ido quedándote en mi adentro, y pese a eso, no te quería ya en él.

Entonces busqué nuevamente la calle.

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