04 julio, 2013

Una noche gris.

La luz mortecina y grisácea de esa noche de luna llena empapaba el clima sombrío de un aire retro. Mis pies me conducían por baldosas de cristal, que reflejaban a la delgada figura persiguiéndome a un paso mecánico.

Miré con cuidado su aspecto, flaco y alto, un tanto anormal. Sentí sus ojos clavados en mí, y por primera vez en toda la noche me detuve y giré. Él posaba despreocupado, pero mirándome decidido a matar. Concluí por correr hasta el centro de la ciudad.

Tomé aire, hasta casi rasgar la base de mis pulmones y corrí con todas mis fuerzas, visualizando un punto al que alcanzar. Cuando sentí el elixir de la vida escapándose por los poros de mi piel, una ventisca me dio ánimos y me impulsó con más fuerza. Miré atrás corriendo como un frenético… y un espasmo de dolor, recorrió mi médula propagándose en calambre por mi pierna. Ya no podía correr, ni respirar.

Desperté en la siguiente calle. Dos policías y una mujer me observaban preocupados. Les pregunté si vieron al psicópata, y me aseguraron que solo estaba yo, pálido y tendido en la calle… Mi psicólogo dice que sólo fue mi sombra mientras que yo afirmo que alguien me persigue.

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